La posibilidad de que no estemos solos en el Universo ha motivado las inquietudes filosóficas y científicas del ser humano desde la Antigüedad.
La literatura y el cine se han alimentado de fantasías extraterrestres, pero los organismos que buscan los científicos no son seres verdes y con varios ojos, ni malvados marcianos en platillos volantes. La investigación de las formas de vida extremófilas —capaces de vivir en condiciones extremas— en la Tierra lleva varias décadas abriendo nuevos horizontes en la exploración de planetas y satélites. Lugares como el desierto de Atacama, los cráteres de algunos volcanes o el río Tinto, en Huelva, son modelos muy buenos de lo que pueden ser las condiciones fuera de nuestro planeta.
De existir alguna forma de vida a nuestro alcance, es decir, dentro del Sistema Solar, lo más probable es que se trate de vida bacteriana capaz de digerir hierro y deaguantar una alta radiación ultravioleta y temperaturas que rondan los 100º C, eso sí, siempre en presencia de agua, un líquido esencial para la vida que conocemos. Este planteamiento llevó a los científicos de la NASA a estudiar y explorar Marte.
Pero la investigación no se limita al planeta rojo. El avance de la astronomía ha permitido localizar planetas y lunas que contienen agua líquida y que reúnen condiciones para albergar organismos vivos. De momento no se ha localizado ningún rastro de vida, pero el camino no ha hecho más que comenzar y la Ciencia ansía responder a la pregunta: ¿Hay vida ahí fuera?
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