Desde los comienzos de la historia celta fueron una clase educada, respetuosa de su sabiduría y conocedores de sus propios poderes como intermediarios entre las tribus y los dioses.
Estos hombres eran conocidos como los druidas (palabra que originalmente deriva de un termino para “el conocimiento del cedro” o “profundos conocimientos”).
Los druidas formaban un clase privilegiada exentos de impuestos y servicio militar, esto atraía a gran numero de jóvenes que buscaban la iniciación en la orden.. Hubo tres categorías en estos sabios: Los bardos, en donde la historia y las tradiciones de la tribu eran inmortalizadas; los auguristas, quienes hacían los sacrificios y adivinaban el futuro; y los druidas propiamente dichos, quienes sabían de leyes y filosofía, conservaban la antigua sabiduría celta
Los bardos adquirían su conocimiento por tradición oral y reconstruyendo las genealógicas de su gente, ellos componían versos para sus patrones u otros aristócratas. Las escuelas bardicas, donde se enseñaban estas destrezas, florecieron en Irlanda, a finales del siglo VII.
Las actividades judiciales de los druidas eran de vital importancia en la sociedad Celta. Todos con jurisdicción propia, arreglaban disputas individuales, homicidios, y pleitos sobre limites territoriales y herencias. Sus decisiones eran indiscutibles.
Los druidas eran filósofos de la sociedad. Ellos estudiaban los movimientos de los grandes cuerpos, la astronomía, el tamaño de universo y de la tierra, los poderes y las habilidades de los dioses. Otro aspecto importante era su estudio sobre la vida después de la muerte. Ellos pensaban que el alma no perecía, pero después de la muerte, pasaba de un cuerpo a otro. Esto influyó en su gran valentía a la hora del combate.
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